20120312

Todo lo que tengo que decir sobre Justin Bieber

Primero, a riesgo de parecer poco original: no me gusta Justin Bieber. Ni su música, ni lo que representa, ni me parece una persona particularmente rescatable bajo ningún punto de vista. Es un mero músico, y uno relativamente mediocre.

Por ese mismo motivo, no lo escucho habitualmente. De hecho, creo que no lo he escuchado más que una o dos veces, y no me parece – a partir de esa ínfima exposición – que sea nada nuevo para la música pop. No me parece particularmente irritante, no me parece particularmente inepto, no me parece particularmente nada.
Desde luego que es todas esas cosas, en cierto grado. Pero los mismos calificativos caben para la mayoría del pop desde los 90s hasta acá. Milli Vanilli hacía playback, los Backstreet Boys eran muy irritantes (sobre todo de la manera en que uno los escuchaba – involuntariamente – sin parar cuando estuvieron de moda), etcétera. Seguramente me molestaría más si lo escuchase más a menudo por algún motivo, pero esa es una de las cosas hermosas del siglo XXI: las radios pasaron de moda, y ahora nadie me dicta qué escuchar o no escuchar. Puedo escuchar en Youtube, Grooveshark o directamente bajar la música que me agrada y desechar el resto. Tengo casi 20 GB de música (suficiente para sonar durante algo más de 3 días sin repetirse) y casi nada de ese grupo me desagrada. Ciertamente, no tengo nada de Justin Bieber.

Chuck Schuldiner, residente privilegiado de mi lista musical y robacorazones empedernido.

Se podrá alegar que tipos como Justin Bieber le hacen mal a la música. Y en cierta medida, para cierto sector de la música, es cierto; pero no es un sector que me importe. Es el sector menos progresivo de la industria musical, y es el sector que está destinado a morir: el mismo que controla las radios y las discográficas. Los músicos que de verdad valen la pena no suenan en las radios hace por lo menos una década. Las ventas de discos van en caída libre, y eso se debe enormemente a la pobrísima calidad de artistas como, sí, Justin Bieber; pero este no es un fenómeno nuevo. El disco que más vendió es de 1982, hace 30 años. Más sorprendentemente, los dos discos siguientes en número de ventas son de 1973 – Dark Side of the Moon, Pink Floyd – y 1980 – Back in Black, AC/DC – según Wikipedia. Nótese que en esta lista no se incluyen reventas de discos usados, lo que me parece que disminuye en gran medida el hecho de que los discos más viejos corren con cierta ventaja. Más aún, sólo 6 de los primeros 30 discos son posteriores a 1995, y sólo 2 de 40 son del siglo XXI (que empezó el 2001, por cierto. Si contamos los del 2000 la cifra se eleva bastante).
Se podrá decir que el álbum es un método vetusto de ventas, y que por eso brilla por su ausencia en los últimos 10 años. Hoy el rey es el single, y es por eso que se registran ventas equivalentes actualmente en singles digitales… ¿qué? ¿No? ¿Que Thriller, un álbum completo, vendió 8 veces más que el single más vendedor de la era digital? Quizás la comparación no sea justa; ¿qué tal esto? El single que más ha vendido en la era digital no entra ni siquiera en el top ten de singles vendidos de la historia. (fuente) Y eso que antes había que levantar el culo del sillón e ir a una tienda a comprar el single. Antes la gente tenía menos plata. Antes había, de hecho, menos gente. Y aún así el single más vendido de la historia vendió 4 veces más que lo que lograron vender los Black Eyed Peas.

Pero me distraigo. Volviendo a Justin Bieber (quien, por cierto, tiene apenas un millón y medio de suscriptores en Youtube… que tendrían que comprarle, cada uno, unos 60 álbumes para llegar a lo de Michael Jackson), su auge no es sino la señal de la decadencia de una industria que ya no tiene relevancia actualmente. Y en ese sentido no puede desagradarme, porque la decadencia de esa industria significa el fin de las boybands, los cantantes que hacen lip sync, y tantas otras desagradables formas en las que el capitalismo ha cooptado la música. Incluso el mismo Bieber partió de la manera más indie posible, y en eso se merece muchísimo más de mi respeto que la camada Disney u One Direction.

Por estos motivos, Justin Bieber no me cae mal. Tampoco me cae bien; me da lo mismo. Si algo tuviese para criticarle, sería su cristianismo a flor de piel – pero tampoco es mi problema, la verdad. Es cierto que parece mina, pero no veo por qué esto sea motivo de antipatía. Más bien, de lástima. Un poco entiendo a la gente que sí lo detesta, pero no comparto su sentimiento.

Justin Bieber, el ídolo que es idéntico a sus fanáticas.

Las que sí me parecen detestables son las Beliebers, pero es el mismo odio que le tengo a todos los fanáticos, de todos los colores, y al fanatismo en sí. Chicas, si alguna lee esto, un mensaje rápido: a nadie le importa Justin Bieber, no lo suficiente para merecer el rótulo de "hater" que tanto les gusta. Todos quisiéramos que fuesen un poquito menos fanáticas; nadie dice que no escuchen al muchacho, pero esa necesidad de hacerse ver como si ser su fan fuese la gran cosa, y sentirse parte de una comunidad, está demasiado cerca de ser un culto y no cuesta mucho entender por qué puede causar desagrado a las mentes sensibles.

En resumen: Justin Bieber me da lo mismo, pues me parece igual que todo lo que se ha hecho de los Backstreet Boys en adelante y ya sobreviví a eso. Las Beliebers necesitan una buena cogida. Y voy a cerrar este artículo para poder seguir mirando videos de Michael Jackson… de verdad que es hipnótico verlo bailar.

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