20110813

Feminazismo

Abro este artículo enunciando que no soy un hombre machista. Desde luego, tal enunciado es más o menos inútil, redundante; en lo que escriba a continuación – y lo que haya escrito antes, y las cosas que digo, etcétera – quedará más claro si realmente lo soy o no. Pero no creo ser un hombre machista, entre otros motivos porque fui criado por una mujer orgullosa y bastante poco adepta a perpetuar ciertos prejuicios respecto al sexo femenino. Ciertos, no todos – pero eso da para otro post, en otro blog, o en terapia. No viene al caso.

No soy un hombre machista, decía. Creo en la igualdad de sexos, y es por eso que – por ejemplo – sería capaz, a diferencia de muchos de mis congéneres, de golpear a una mujer. No lo haría más que en defensa propia, desde luego; y seguramente tendría en consideración que una mujer, estadísticamente, tiene muchas posibilidades de ser más pequeña y débil que yo. Pero actuaría de modo muy similar frente a un hombre (a uno pequeño, al menos; considerando que soy un tipo más bien grande). Ojo, que me sigue pareciendo que la violencia intrafamiliar es horrible y todo lo demás; pero ésta, si bien la mayor parte del tiempo se da desde un hombre hacia una mujer, puede bien darse en el otro sentido – o entre dos mujeres, o dos hombres – y, sin importar la dirección en que suceda, es igual de aberrante. Y lo es por otros motivos, que no pasan por el género de víctima o victimario.
Y en general – volviendo, antes que me descarrile completamente de tema –, trato de darle a las mujeres el mismo trato que le daría a un hombre, con ciertas consideraciones a cuestiones prácticas que no me voy a molestar en detallar. Y espero de ellas, en cambio – no sólo para mí, sino para con el resto de la humanidad – un trato similar.

Y es por eso que ciertas conductas femeninas me hierven la sangre. Cosas como, si se me permite tomar de ejemplo, el feminismo radical – que no tiene el menor pudor en repudiar a mujeres transexuales (en inglés), sólo porque no nacieron mujeres. Desde luego, tampoco tienen el menor pudor en repudiar a los hombres, pero esto ya lo sabíamos, ¿no? No voy a cubrir eso todavía. Me voy a enfocar en las transexuales, primero, por motivos que detallaré pronto.
El artículo al que linkeo es bastante largo, pero señala – para criticar – ciertas cosas necesarias para ser mujer, en exclusión de transexuales. A saber:

- Ciertos eventos físicos que las mujeres sufren: Pubertad, menstruación, maternidad biológica. Obviando, desde luego, varias cosas: primero, que los hombres también pasan por hitos similares (andá, vayan a ver chicos de 13 años y díganme que no la pasan mal con la pubertad) y, segundo, que las transexuales pasan todo lo que no pasaron como hombres cuando empiezan con el tratamiento de hormonas. Tercero, mencionado en el artículo, que hay mujeres que no pasan por algunos de estos hitos mencionados, y no por eso son menos mujeres.

- La exclusión a perpetuidad del "privilegio masculino". Ok, concederé que existe este privilegio masculino, porque no soy pelotudo; pero sostener que las transexuales han aprovechado este privilegio es, por decir lo más suave, iluso. Quizás en casos muy menores, muy subjetivos; pero el chiste de ser transexual es no sentirse, en este caso, hombre, y no hacer uso de los privilegios que esto otorga.
Mención aparte el hecho de que ser hombre incluye una serie de obligaciones, en ciertas sociedades, de las que las mujeres son excluidas: servicio militar, trabajo, etcétera. No pretendo justificar estas exclusiones, e incluso estoy dispuesto a aceptar que, en la suma, muchas veces es mejor ser hombre. Pero en el caso de las transexuales, se les exigen todas estas obligaciones sin que ellas deseen acceder a los privilegios obtenidos a cambio. Me parece a mí, haciendo un simple ejercicio de suma y resta, que cualquier privilegio que hayan obtenido accidentalmente pesa menos que las obligaciones que dejan de cumplir, o cumplen a regañadientes, en las sociedades que así lo exigen.

- Cromosomas. No me voy a gastar debatiendo esto. Es estúpido.

- Experiencias de vida como mujer. Yo no sé cuántas experiencias de vida las mujeres transexuales no experimenten y sufran, salvo las descritas en el primer apartado. Quizás haya ciertas cosas referentes a la infancia – algo a lo que hace mención el artículo al que linkeo – pero yo no veo que la socialización, ni como hombre ni mucho menos como transexual, sea más fácil o esté llena de experiencias menos válidas.
De muestra un ejemplo: yo no era un chico popular en la escuela. Era el chico raro. Y me gustaba una chica, tanto como le puede gustar a un niño de 8, 9 años – chica que, desde luego, nunca me dio bola. Tampoco tenía muchos amigos, salvo otros amigos más o menos raros. Creo que me pegaron una o dos veces – no voy a usar el término bullying porque es una idiotez usar un término anglosajón para el que ya tenemos variadas expresiones en castellano.
Para colmo, al menos los primeros dos o tres años de escuela fueron completamente redundantes para mí. Ya sabía leer, escribir, sumar y restar; aprendí división solo, y todo lo demás que enseñaban ya lo sabía. Muchas veces sabía tanto o más que los profesores. Y no lo digo para presumir, sino para tratar de hacerlos comprender la inutilidad de la vida que llevaba, algo que sin duda me afectaba un poco. Quizás todavía me molesta un poco. Yo quería que me adelantaran de curso, sintiendo que perdía el tiempo y sin congeniar con mis compañeritos; mi madre – y probablemente la escuela, también – se negó.
Y, o sea, yo no fui chica. Podía ir al colegio sin bañarme y no pasaba nada si me veía como el orto, perfecto. Pero no me vengan a decir que mis experiencias de vida son menos influyentes, sólo por haberme criado como hombre cis- y heterosexual. Quizás no me sentí oprimido, quizás sí pude emplear el "privilegio masculino" descrito arriba – pero créanme que nunca me sentí en una posición cómoda o privilegiada.
Y con todo, si mi argumento no los convenció, pueden leer el argumento que se usa en el argumento que he linkeado. No quise reproducirlo, para no plagiar tanto.

¿A qué viene todo esto? Desde luego que no voy a culpar a todas las mujeres por un montón de feminazis que excluyen a hombres y transexuales y todo lo que no se conforme a su visión muy particular de mundo. Pero hay conductas que molestan; en particular, la fascinación femenina con espacios que excluyan a los hombres.
El segundo artículo al que he linkeado hace referencia a una propuesta referente a espacios exclusivos para mujeres. En este, en particular, se hace hincapié en cómo las transexuales son – nuevamente – excluidas de estos espacios. Me parece que este artículo hace un mejor trabajo de respuesta a esta inquietud particular que cualquier cosa que yo pueda escribir. Pero el hecho es que se sugiere que está bien excluir a cierta gente de ciertos espacios, cosas tan redundantes como baños o gimnasios, por argumentos como el potencial de agresión sexual de tal o cual sexo. Y a mí, desde luego, no me parece.

Hay, de un tiempo a esta parte, una moda de crear espacios exclusivos para mujeres. Festivales, gimnasios, etcétera. Los baños están segregados desde hace mucho tiempo, y al menos en Chile – en Argentina creo que no, nunca voté así que no lo sé – las mesas de votación están segregadas por sexo. Otro tanto con las cárceles. Ahora, hay casos más o menos obvios: seguramente no es la mejor de las ideas desegregar todas las cárceles, y en particular colocar en cuartos hacinados a gente con historial reciente de agresión sexual en compañía de potenciales blancos – pero estos casos son mucho menos de los que se cree.
El gimnasio, por ejemplo. Hoy pude escuchar una conversación respecto a un gimnasio "sólo para mujeres", y los argumentos que logré escuchar no son convincentes. Sí, muchos hombres miran. Yo miro, no lo voy a negar. Miro en el gimnasio, en la calle, en las fotos que guardo en la computadora; lo hago sin mucho pudor, además. Pero hay dos formas de tomárselo: uno puede tomárselo con humor, sentirse halagado; o puede ofenderse, sentirse objetivado. Y cuando miro, hablo de mí, no es mi intención objetivar a nadie. ¿Les quita derecho a sentirse ofendidas si miro mucho? No, para nada; pero para eso la gente ha desarrollado la capacidad de diálogo. No estoy violando a nadie, estoy viendo algo que está a la vista – y tampoco lo hago, ni yo ni ningún hombre que conozca, de manera fija, tratando de descubrir nada que no esté lisa y llanamente a la vista. Si de verdad te ofende algo, hay muchas maneras de saberlo. Y si te molesta que te miren, quizás habría que reconsiderar las prendas a usar, ¿no? Digo, no podemos estar todos mal.
Por otro lado, la cosa corre para ambos lados. Yo asumo que me miran, en el gimnasio, en la calle y demases. Quizás no tanto, por una suma de motivos; pero la gente mira, y no me sorprendería que alguien, hombre o mujer, me mirase lascivamente en alguna instancia. No me molesta particularmente, tampoco. Me halaga un poco. No niego que a veces pueda resultarme incómodo, y en particular ciertas clases de contacto me incomodan; pero nada. Sucede. También me incomoda el vecino de abajo que toca batería cuando duermo la siesta, pero no por eso voy a tratar de excluir al pobre pibe, qué sé yo.
La gente mira. La gente lo mira a uno colocarse con el culo parado en esa máquina del gimnasio, y yo voy a un gimnasio en donde hay mujeres (y gays). Y uso un buzo que me queda un tanto apretado de entrepierna y, por otro lado, se me cae y me queda en las caderas. No es la modestia hecha prenda, precisamente, pero no siento ni el menor ímpetu de excluir a gays o mujeres para que no me miren con el culo arriba mientras muevo las piernas.
Ahora, sí soy un poco exhibicionista.

Otra cosa puede ser un tema de confort, de la comodidad de no tener que vestirse para la ocasión. Yo me pregunto que elucubración de la mente femenina le indica que tiene que vestirse bien, maquillarse o de algún otro modo arreglarse, o siquiera molestarse en verse bien, cuando va al gimnasio – femenino o unisex. No entiendo. La gente va al gimnasio y suda, yo sudo mucho y no es agradable, claramente no estoy en mi momento más sexy y ya, partiendo de ahí, no voy a encarar a nadie. Y cualquier persona que vaya a un gimnasio a conocer gente es un pelotudo, no hay de otra. Nadie cuerdo va al gimnasio a conocer gente, salvo para organizar más actividades deportivas. Incluso los idiotas que admiran sus bíceps y abdominales de acero te los van a mostrar después del gimnasio, cuando se ducharon y probablemente depilaron (¿qué? Los músculos se ven mejor así. No me miren de esa manera. Están envidiosos de mis bíceps de acero). Entonces, me parece que es bastante seguro decir que podemos dejar de lado un par de horas el jueguito del pavo real. Flaca, nadie te dice nada si vas en buzo y ojotas al gimnasio. A nadie le importa. No es necesario, ni que te vistas bien para mí, ni que te vistas bien para competir con la otra chica que va al gimnasio, porque nadie les está prestando tanta atención, salvo para mirarles el culo en esa maquinita que mencioné hace un rato. El mundo no gira alrededor de ustedes, así que bájense de su nube voladora y dejen de excluirse gratuitamente.

Otra cosa, los baños. Tener baños separados para cada sexo es redundante y un desperdicio de espacio y plomería. Quizás sea comprensible en escuelas o cosas así, donde los chicos no se manejan tanto o qué sé yo; pero en el resto del mundo no importa. Un hombre tiene la pija al aire, gran cosa; todos los hombres tienen pijas, y la gran mayoría de las mujeres va a ver al menos una pija. Además, las mujeres van al baño en casetas así que ni siquiera vale el argumento de la privacidad, salvo para que vayan todas juntas y hagan… lo que sea que hacen las mujeres en el baño. Posta, no tengo idea; siempre asumí que hablaban mal de otra gente, pero no tengo cómo confirmarlo y bien puede ser que esté completamente equivocado.
Por otro lado, sí, un baño es un lugar bastante conveniente para un ataque sexual. También lo es un pastizal, una esquina oscura, y Guantánamo. ¿Debiéramos segregar estos lugares también? No todos los hombres somos violadores. Y, aunque estoy consciente de la desproporción estadística, la puerta se mueve en ambas direcciones. Hay mujeres – y hombres – que atacan sexualmente a otros hombres y mujeres. Nadie hace alharaca al respecto.
Hace 50 años, en EE.UU. segregaban a los baños por negros y blancos. El Pentágono todavía tiene los baños así – aunque no segregados, sólo redundantes. Quizás en 50 años más vamos a ver los baños segregados por sexo como una curiosidad más del fin de siècle.

Por otro lado, se puede aducir que es el derecho de las mujeres el tener lugares privados de su elección – en particular, los gimnasios. No voy a negar esto, claro que es su derecho optar por una institución que discrimina de manera sistemática a todo un género y, me atrevería a aseverar, en adición a mujeres que no se conformen a un estándar muy específico y ridículo, que ya he mencionado hoy. Son el equivalente de los sudafricanos blancos que quieren tener pueblos sólo para blancos, las incontables denominaciones religiosas que impiden la entrada a miembros de otras creencias, y un sinnúmero de otras instituciones igualmente retrógradas, pero que están en su derecho a excluirse. Listo, disfrútenlo; los hombres también tenemos Clubes de Toby. Desde luego, esto es pueril y nadie sostiene lo contrario, pero el doble estándar es moneda corriente en nuestra hermosa sociedad igualitaria. Y ay del que sostenga la puerilidad de los gimnasios para mujeres.

Pero las únicas que salen perdiendo, sépanlo ahora, son ustedes, mujeres: ustedes se excluyen, ustedes hacen las diferencias que nadie más hace. Pueden inventar miles de excusas: el privilegio masculino, que se les imponen ciertas conductas competitivas, etcétera. Pero todas esas cosas son de ustedes, y de ustedes depende zafar de eso, no es problema de nadie más. En eso se basa la igualdad: en sentirse igual, en saberse en igualdad de condiciones con el otro. No se trata de una renuncia a la feminidad, pero sepan que ser mujer no es esconderse del hombre. Todo este discurso de otorgarle más poder a la mujer – primero muerto, antes que usar el adefesio que es la palabra "empoderar" – no se da en base a usar este poder para segregar a la sociedad, se da en base a asumir las posiciones que les corresponden dentro de una sociedad – en teoría; y si no lo es, se fuerza a ser – inclusivista y ejercer desde allí el poder.

Recordarán el comienzo de este artículo, cuando dije que no me consideraba un hombre machista. Puedo entender que se me acuse de no adherir a mis propias palabras a posteriori; después de todo, he atacado sistemáticamente conductas muy comunes en mujeres, y – al menos, por omisión – he dejado a los hombres en una mejor luz. Sigo sin creer que soy machista, pues no creo que ninguna de estas conductas sea inherente al ser mujer. De hecho, creo que hay pocas cosas inherentes al "ser mujer", ninguna de las cuales es parte de la lista que detallé al comienzo (quizás con excepciones implícitas allí), y ninguna de las cuales me merece un juicio moral. La gente es hombre o es mujer – o a veces es ambas o ninguna, yo qué sé – y no me parece que eso haga ninguna diferencia, al menos no ninguna que justifique las exclusiones que detallé acá. ¿Me quita el sueño que estas se den? No, la verdad no. Yo ya tengo gimnasio, no me interesa el baño de mujeres, y no me parece que ningún festival que excluya a hombres de sus premisas puede tener artistas que me interesen mayormente y que no pueda apreciar en otro ambiente. Pero a veces me parece mal que se disparen en el pie con tonteras como estas, me parece que – sin ser feminista, tampoco – todo este lío le hace un flaco favor al feminismo y a sus, por lo demás válidas, pretensiones de igualdad. Y es particularmente grosero y notorio en la exclusión a las transexuales, que fue lo que me alentó a escribir este artículo y que me parece que es lo más enfermante. Pero no es lo único.

Eso.
Creo que me falta agregar un par de cosas, referentes a excepciones y demases. Pero son las 6:15 de la mañana, y necesito dormir un poco para mañana. Cubro después estas cosas.

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