Sin embargo, como Twitter ofrece ínfimos 140 caracteres, de tanto en tanto me veo en la obligación de retomar mi trabajo en sitios como éste, donde al menos tengo la libertad de escribir mis ideas cuan largo y florido me apetezca. La verdad, he usado este blog mucho menos de lo que debería: mis posteos en Twitter suelen ser varios mensajitos (tweets?) consecutivos, encapsulados. Me parece aberrante tener que restringir mis ideas a ese formato, y me parece que Twitter está contribuyendo lentamente al analfabetismo funcional de la población humana; "¿Leer todo este libro? ¿¡120 páginas!? ¡Son más de 9000 caracteres, no podría llegar a entender todas las ideas entrelazadas! ¡Dios, incluso hay oraciones largas!". Pero eso es tema de otro post, a futuro (a pasado, en realidad).
Mi posteo de hoy versa sobre un proceso sobre el que, espero, todos hemos pasado alguna vez: buscar trabajo.
La cosa es más o menos así: uno queda cesante - o decide que necesita (más) dinero - y comienza a buscar trabajo. El primer proceso es tantear entre los contactos, para encontrar una posición disponible en algún (otro) lugar. A alguna gente le va bien con eso, pero al resto de nosotros no nos queda otra que sumergirnos en el abismal mundo de la búsqueda laboral.
Uno pensaría que es un proceso sencillo. Después de todo, lo describí en tres líneas y tuve que esforzarme para alargarlo. Que un empleador tiene una necesidad, uno tiene una oferta, se juntan y acuerdan satisfacer sus mutuas necesidades. Así es como funcionaría una sociedad racional, por cierto… pero, desde luego, lo que sucede es todo menos eso.
La cosa es más o menos así, en cambio: un empleador tiene una necesidad. El empleador decide hacer uso de una amplia lista de sitios y entidades de intercomunicación empleador-empleado, donde puede colocar su petición de una manera más o menos estructurada. Esto quiere decir, desde luego, que no puede pedir a "persona que enseñe inglés a ejecutivos", por ejemplo, no no no. Al contrario, necesita una persona "proactiva" y con experiencia (siempre con experiencia - la gente sin experiencia, que se joda. Con un rastrillo) para desempeñarse en un cargo enteramente ficticio y enteramente irrelevante. Por ejemplo, "ingeniero forestal con mención en áreas reducidas" cuando uno quiere un puto jardinero. Porque parece que está mal decir que necesita un jardinero… pero en fin, prosigo.
Tras ajustarse a este esquema inamovible, el empleador coloca un aviso irremediablemente sin sentido en uno de estas entidades. Al mismo tiempo, hordas de desempleados se anotan al sitio y comienzan a navegarlo. El sitio les solicita un Curriculum Vitae, para empezar. ¿Qué es un Currículum Vitae (CV, de ahora en más)?
En un comienzo, y así resultaba para la gente racional, era - como el nombre lo indica - lo recorrido en la vida. Esto es, experiencia laboral, cursos completados (o no), referencias, habilidades y otros detalles menores. En algún momento, alguien se dio cuenta de que podía mentir en la construcción de su CV; más o menos en el momento en que se dio cuenta que el empleador, descrito arriba, no tiene el menor interés en jugar al detective con su CV. Porque el empleador no está allí para jugar al detective, ¿vio? Está porque necesita a alguien que haga un trabajo. Y punto. Pero el empleador, como es un animal sin el menor resabio de sentido común, decide ajustarse al paradigma imperante y solicita a alguien "proactivo" y "con experiencia" para dedicarse a servir el café (porque hay tantas maneras de arruinar un café… ¡Y Dios no permita que no me pregunten si quiero café!). Desde luego, ocurre que la mayoría de la gente no es ni proactiva ni tiene experiencia en servir café porque a nadie le importa. Y por otro motivo que explicaré más adelante. Pero principalmente, en el minuto en que los empleadores:
a.- Piden requisitos ficticios y sin ningún fundamento en la realidad, y
b.- No se molestan en chequear o investigar a sus potenciales trabajadores
El CV se vuelve un concurso para ver quién miente más sin que se vuelva inverosímil (y comienzo ya a dudar de este último punto). Y es, por lo tanto, completamente irrelevante. Salvo para los trabajos de escritor, periodista o editor - pero me sorprendería mucho que un empleador tuviese las tres neuronas requeridas para apreciar este nuevo uso del CV.
Y sin embargo, todos los sitios - y la mayoría de los empleadores - insisten en solicitar este artículo completamente inútil, tedioso y - obviamente - regido por el mismo paradigma retrasado que dicta las solicitudes de empleo, descritas arriba. ¿Por qué? Porque sí.
Desde luego, si esto fuese todo lo que se pide, quizás hoy no estaría escribiendo este artículo. Sí, el CV es inútil, pero quizás hasta hace un par de generaciones tenía sentido. La gente se demora en cambiar sus costumbres, y ya sé de gente que no se molesta en exigir un elemento completamente inútil. Además, el CV es algo que uno hace una sola vez y puede spammear sin el menor pudor, si así le place. No puedo quejarme de eso (bah, sí puedo, pero en ese caso hay tantas otras cosas de las que hay que quejarse antes).
Pero no. Las entidades que ponen en contacto a los empleadores y empleandos deciden, además, que es necesaria una carta de presentación. ¿Qué es esto, se preguntarán? Sencillo: una carta en donde uno le dice a quien quiera que lee por qué se muere por tener ese trabajo, por qué su vida depende de obtener ese puesto y por qué el empleador le hace un favor tremendo al dárselo. También se describe por qué uno es el más apto para el trabajo y cosas así, pero no nos engañemos: lo importante es lo que está en itálicas, porque si los empleadores buscasen gente capaz para sus puestos, si tuviesen la más mínima capacidad de reconocer lo que es bueno para ellos y su salud mental (sin mencionar su empresa o lo que sea), no pedirían una carta de presentación cuando no les interesa leerla. Porque es así, a nadie le interesa leer una - ni hablar de las miles de - carta(s) escrita, debo agregarlo, de manera altamente formulaica y tediosa. ¿Ven el patrón que se reitera aquí? Espero que sí.
Pero quisiera retroceder para resaltar el punto de las itálicas. Todo esta farsa se sustenta, fundamentalmente, en el siguiente punto: tener trabajo es un favor que alguien le debe a su empleador. Por esto es que el empleador puede exigir requisitos absurdos, por esto es que el empleando debe mentir y fingir interés por un trabajo mediocre y repetitivo. ¿A nadie más le parece fundamentalmente erróneo que se piense - y así se piensa, no me lo discutan - que esto se dé así? Porque a mí, sí.
Me explico. Marx dixit, en Das Kapital (y a lo largo de su obra), más o menos lo siguiente: El empleador se apropia (bah, aliena) del trabajo del trabajador. Y a cambio, le paga por su trabajo. Y no importa qué tan marxista sea uno, pues la idea básica acá descrita permea toda la economía hasta ahora: el empleador le compra su fuerza de trabajo al trabajador. Si el trabajador no quiere, no se la vende. Si quiere venderle una fuerza de trabajo defectuosa - por ejemplo, jugando Solitario en vez de hacer su trabajo - puede hacerlo. Pero fundamentalmente, si el trabajador no trabaja, el empleador se va al carajo. Y así sucede; por eso los gobiernos, controlados por estos empleadores (de aquí en más, "burgueses") tienen tantas medidas para romper huelgas: porque no les conviene que la gente deje de trabajar. El sistema colapsa. Es por esto también que nos llenan la cabeza con "la economía", como si uno fuese más feliz con dos autos en vez de uno (o una bicicleta, o caminar); también es por este motivo por el cual los gobiernos fomentan la cesantía, en cantidades reducidas: si no hay cesantes, los trabajadores pueden darse el lujo de exigir el precio correcto por su trabajo, porque saben que no hay hordas de desesperados dispuestos a arrastrarse por un plato caliente. Y la economía colapsa. Esto que digo no es mío, pregúntenle a cualquier economista cuál es el nivel de cesantía saludable para la economía. Nadie, absolutamente nadie les va a decir que 0%. ¿Y la gente cesante, con hambre? Que se joda, al menos el 3% que es saludable para la economía.
Pero me desvío. Mi punto es: dar trabajo no es un favor. Al contrario, uno trabaja duro y le hace un favor al empleador, porque bien podría - y por Dios, cuánta gente lo hace - trabajar mal y no hacerle rendir la empresa. Entonces, toda esta monserga para rogar por un trabajo - porque no existe ningún otro motivo por el cual una persona racional se sometería a lo que, hasta ahora, no ha resultado ser más que un ritual formulaico y repetitivo, sin apego a la realidad - pasa a verse bajo un nuevo prisma. Es absurdo.
Y qué buena sería la vida, si aquí concluyese mi rabieta. Pues no: para añadir insulto a la herida, los empleadores - que seguramente deben ser monos con síndrome de Down, no se explica de otra manera - ofrecen, al menos, el 50% de empleos de: Telemarketer, vendedor y vendedor de teléfonos. Déjenme ser muy claro con esto: nadie quiere ser telemarketer, porque es el peor trabajo que podría haber sido inventado jamás. Nadie. Absolutamente nadie. Es el peor trabajo, porque es el más inútil: ¿alguien alguna vez compró algo que le ofreció un telemarketer? ¿Alguien conoce a alguien que lo haya hecho? ¿Alguien, alguna vez en la historia, no le colgó a un telemarketer en la oreja? Nadie, y es porque es el sistema de publicidad más estúpido (seguido de cerca por el spam): ¡Molestemos a la gente para ofrecerle cosas que no quiere! No. Y la gente que invierte en telemarketing debiera ser catapultada a la Luna. Sin peros.
Cierro entonces: buscar trabajo es estúpido. No porque trabajar sea estúpido, sino porque el proceso de buscar trabajo es una idiotez colosal, y quien quiera que lo haya diseñado debiera unirse a los usuarios de telemarketing en la Catapulta a la Luna. Voy a comenzar una recolección de fondos para este aparato, en nombre de la Humanidad… en cuanto encuentre trabajo.
Chao.
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