No me molesta que me mientan. Que creen un personaje, con apariencia de real. Que pretendan que el personaje existe, que vive una vida como yo o como ustedes. No me molesta, aunque debo reconocer que es un poco deshonesto, que no le permite al lector elegir si quiere suspender su juicio para disfrutar la ficción como - me parece - corresponde. Es un truco barato, que ya lo usaron los productores de la película esa de la bruja de Blair; una mera pirueta publicitaria, baja, vil y pobre, porque saben que no encontrarían ni un centésimo de la publicidad de la que encuentran si no mendigasen la empatía de sus lectores. Puede parecer por estas líneas que sí me molesta, pero créanme: no lo hace. Están en su derecho, por un lado. Por otro lado, no tengo garantías del estátus ontológico de ninguna persona. Tuve relaciones por internet, y no voy a dejar que la existencia o no de alguien que escribe un blog una historia para vender me impida disfrutar de un producto.
No me molesta que se estén haciendo ricos a costa de los que leyeron, colgándoles historias de manera inescrupulosa. Es una estrategia tanto o más sucia, de la que ya abusan series como Lost y que - por cierto - es bajísima. Están haciendo uso de un recurso que, creo, no debiera tener fines de lucro, y lo usan para justificar sus existencias sin el menor tapujo. Una cosa es ascender socialmente, que alguien "descubra" tu escritura y te lleve a un escritorio a que hagas lo mismo que acá, por plata; otra muy distinta es usar este medio para publicitar tu librito, tu revistita o tu programita de TV. Pero desde luego, no soy quién para dictar los posibles usos de un medio. Me alegra por ustedes, que hayan sabido aprovechar de manera tan astuta un recurso gratuito en su provecho. Su astucia es la misma que impulsa a incontables spammers, la que impulsó a hombres y compañías a destruir el medioambiente porque podían, y que es el primer motor inmóvil de toda la publicidad, desde luego amplificado a su máxima potencia. Me molesta un poco que me estén forzando publicidad que no he pedido; por otro lado, aplaudo sus esfuerzos por hacerlo más palatable que una violación otorrina. Sumando y restando, no me interesa si les parece una buena idea.
No me molesta que aparezcan en tantas listas de blog, que los tapen a entrevistas y que salgan hasta en la sopa. No me molesta que estén "de moda", excepto porque las modas en general me son más bien molestas y ustedes, en tanto modas, no son excepción. Cierto, ustedes son los mismos que me mandan mensajes pidiéndome que los "agregue", que hinchan las pelotas hasta el hartazgo para invadir mi atención y saturarme con sus opiniones insípidas, sus historias marginalmente tolerables - en el mejor de los casos - y sus lugares comunes, que he evitado como a los Jonas Brothers y que, a través de su insistencia casi criminal, logran sin embargo alcanzarme. Me parece terriblemente deshonesto, siguiendo la línea anterior, que abusen de mi paciencia (o, más bien, de la de otros como yo) en su inescrupulosa carrera a la cima. ¿Pero qué diablos? Si no ustedes, alguien más mañana. Por dinero, por atención, por amigos, por fama, siempre alguien estará dispuesto a intentar que me importe, por todos los medios excepto el válido. No me molesta que estén en todos lados, que todos los caminos me lleven a ustedes y que no haya forma de sacarles la vuelta, sencillamente porque nací en la sociedad equivocada y, si quisiera algo distinto de ustedes, tendría que volverme hermitaño.
Lo que me molesta es su escritura. Pero no es porque sea insípida a más no poder; no es porque recurran a los lugares comunes más cliché en busca de "una sonrisa" o qué diablos; que intenten venderme un libro que ni a palos compraría. No escriben mal, se los concedo. No escriben mejor que yo, tampoco; por cada palabra mal escrita, por cada error de redacción en este blog, hay mucha flojera que me impide editar los posteos, y hay muchas más ideas de las que ustedes jamás llegarían a armar. Por otro lado, nadie me paga por hacer esto.
De su escritura, no me molesta su escritura en sí. Como acabo de decir, no lo hacen mal. Qué bueno que no lo hagan mal, porque entonces sí que no entendería cómo es que osan venderme un libro, o nada. Si hay algo que me molesta, es que - a pesar de ser mentirosos, canallas, bajos y sucios reptiles - sin embargo logren destacarse, un poco, por sobre la masa, realmente atroz, de blogs que contaminan la internet con contenido no-pornográfico. Me molesta sentir que tengo que pagarles para que sean medianamente coherentes, salgan del cuento somnífero y la poesía ultrarreacionaria y se dignen a hilar una historia, por poco convincente o interesante que ésta resultase. Me molesta el chantaje: no el chantaje de dejarme colgando del abismo, con la angustia de no saber cómo termina la historia. El chantaje de saber que la sociedad le debe algo a ustedes porque tuvieron cuarenta años para aprender a escribir.
Hay idiotas. Hay gente realmente idiota, suelta por allí. Gente que ve Tinelli, escucha a Arjona y se dedica, en sus ratos libres, a leer las listas cliché (me parece que se está volviendo un lugar común en esta carta, referirme a sus lugares comunes) que publican y comentar sobre lo enfadados y engañados que están porque nos acaban de engañar sin ningún escrúpulo. Pero ustedes no son idiotas.
Hay, también, mediocres. Tipos que se dedican a hilar poesía floja y rebuscada para sacar discos que contienen las mismas canciones, y se hacen millonarios sin tener el menor talento (¡hola, Ricardo!). Tipos que medran a lo largo de la existencia sin dejar huella. Con todo, tampoco caen en esta clasificación.
No; en el infierno dantesco que es la existencia, para ustedes queda reservado el círculo inferior. De todos los que ofenden, sólo ustedes cargan con la culpa por hacerlo. Ustedes, señores, son la encarnación de todo lo que marcha mal con la sociedad. Porque se creen especiales y no lo son; porque se creen que les debemos algo, cuando - si es algo - es al revés. Porque nos reducen a la condición de meros clientes, productores, mediante el engaño; no desde sus historias, sino desde la misma postura en la que se asumen ("Uh, tengo esta idea genial para vender el libro").
Son malas personas. Sépanlo. Pero, aunque sé que les encantaría convertirse en mártires y esperan con ansias mi condena al abismo… no me importa. Sé que añoran la publicidad, la enorme publicidad de saberse diabólicos, pero no les daré ese gusto. Porque no valen mi tiempo ni me esfuerzo, además de la media hora invertida en esta carta abierta. Lo que ustedes hacen no es bueno ni noble, pero tampoco es original ni innovador. No son especiales; no destacan por sobre (ni por debajo) la norma. No son más que escritores de quinta, incapaces de vender un libro, y este es mi mensaje para ustedes: no podría interesarme menos. Seguiré leyéndolos porque son lo mejor que ofrece la blogósfera (puaj!), pero jamás les compraré un libro, no por algún principio moral sino porque no lo hacen bien. No son notables. No hay ningún motivo por el cual añorase su existencia (menos ahora que abundan, moda como son).
Disfruten sus pesos malhabidos.
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