20070413

El Capital y el Estado, primera parte

Advertencia: Este es un ensayo más o menos serio - abstenerse si no se desea llenar la cabeza con ideas subversivas.

Hoy escribiré un poco sobre algunos de los últimos libros en el que gasté lo que me queda de tiempo libre: Estatismo y Anarquía, y Dios y el Estado, ambos de Mikhail Bakunin; y El Capital, de Karl Marx. Primero, una pequeña reseña sobre de qué trata cada uno:
Para aquellos que no han leído el primero de estos libros, se nos entrega un detallado análisis sobre las consecuencias inmediatas de la derrota francesa en la guerra Franco-Prusiana de 1871, así como el estatus político europeo de la fecha, desde el punto de vista de la ideología anarquista de Bakunin (llámese, el Estado como ente opresor de las masas a beneficio de la clase que gobierna - burgueses - y su abolición a través de la revolución social como único método de que llegue el Mesías, o algo por el estilo). Libro interesante, aunque algo difícil de tragar a ratos (y esto viene de un estudiante de filosofía...), merced a la fascinación de Bakunin a irse por las ramas, cuando se trata de relatar un acontecimiento. Hablando de ramas... no, bueno, hablando del segundo libro, también de Bakunin, lamentablemente no pude terminarlo, pues alguien se lo quedó en el avión. Y claro, con qué cara voy a reclamar que me lo devuelvan... así que, francamente, mucho no puedo decir al respecto; fuera de que trata de una serie de artículos, en donde la ideología Bakuniana aparece mucho más claramente definida que en EyA. Por lo mismo, es más directo y su lectura se hace tanto más amena.

Sobre El Capital, se pueden escribir muchas líneas. Siendo la obra maestra de Marx, contiene una explicación fundamentada hasta lo terrible de su ideología comunista, a través del desgranamiento de nuestro querido y amado sistema capitalista. Hasta lo terrible, digo, pues el filósofo no se abstiene de relatar, con lujo de detalles, la miseria proletaria en la Inglaterra del s. XIX (a la que muestra como país ejemplar del capitalismo), y la desvergüenza cínica de los capitalistas y terratenientes, apoyados por un cúmulo de supuestos ideólogos y economistas que, en el mejor de los casos, están sumamente confundidos con respecto a lo que sucede frente a sus narices.
Sobre el ya mencionado desgranaje sistemático, en pocas palabras, compone primero la teoría efectivamente capitalista, en la que moros y cristianos estamos de acuerdo: Existen mercancías, estas mercancías se intercambian y por ende tienen un valor de cambio; y además, tienen un valor de uso (pues de otro modo no habría motivo para cambiarlas) - este valor de uso no satisface alguna necesidad de quien la produce, de allí la necesidad de intercambio por algo cuyo valor de uso sí satisfaga la necesidad. Recordaremos, ante todo, que la economía se define como la ciencia en la cual se emplean recursos finitos para satisfacer, en la medida de lo posible y con la mayor eficiencia, necesidades infinitas - ninguna discución, creo, hasta ahora.
La parte que habla del Capital, propiamente tal, nos muestra una relación supuestamente igualitaria entre dos personas: un comprador, que desea adquirir una mercancía, y un vendedor. Este vendedor vende, sin embargo, una mercancía que de por sí crea valor: su Trabajo. Y el comprador desea adquirirla, pues necesita de este valor para, ehm, valorizar su capital; él es quien provee los medios de trabajo, y la otra persona su trabajo. Creo que, hasta acá, no se nos representa una demonización del Capital; hasta acá es, también, el punto en donde se nos muestra el capital en este sistema.
Lo malo, en todo caso, no viene inmediatamente después; Marx explica, de manera algo contradictoria, que si bien el capitalista paga por el trabajo del obrero su precio, esto es, la cantidad necesaria para los medios de subsistencia del obrero, incluyendo su capacidad de reproducción, estudios, y otros, no lo hace sólo trabajar hasta el punto en que el trabajo obrero ha añadido suficiente valor a una mercancía para pagar lo que se le ha pactado; más bien, existe un tiempo de trabajo posterior, de donde se extrae el Plusvalor. Por lo tanto, el capitalista ha extraído, mediante la prolongación de la jornada laboral, más valor del que ha invertido para pagar al obrero.
¡Horror!, exclamará en este punto el pobre obrero, que se siente, y con justa medida, estafado - han extraído de él más valor del que ha recibido. Por otro lado, el capitalista efectivamente ha sido quien ha prestado los medios de producción (entiéndase por "medios de producción" la materia prima, herramientas, máquinas, lugar de trabajo, etc.) usando para ello su capital, que bien podría haber empleado en despilfarrarlo; por otro lado, el capital posee la distintiva ventaja de colectivizar los medios de trabajo, aumentando su eficiencia al hacer que el obrero coloque menos trabajo en cada mercancía, abaratando costos y todo eso. El Capital (el libro), entonces, transcurre a lo largo de muchísimas páginas explicando cómo esta colectivización, en efecto, sólo iba a engrosar los bolsillos del capitalista; no dudo de la veracidad de aquello, ni dudo de que el capital lo haría aún hoy si pudiera (lo hace, de hecho, donde puede); sin embargo, me parece que podemos saltarnos el análisis de todo esto, por considerarlo caduco tras el Estado de Bienestar que surgió durante la guerra fría y que, en muchos casos, permitió que el proletariado (al menos, el de los países desarrollados) gozara de buena parte de los beneficios obtenidos por la colectivización; después de todo, la miseria de aquella época hoy en día está mucho menos extendida - por otro lado, el neoliberalismo amenaza este avance, pero ese no es tema de este ensayo.

No se piense, de todos modos, que intento defender el sistema capitalista; sólo intento hacer un análisis lo más objetivo posible, considerando aquellos factores que han cambiado desde la época victoriana, en pro del proletariado mundial (sería justo, igualmente, remarcar que buena parte de estos cambios han surgido, en mayor o menor medida, gracias al Marxismo). Tampoco se piense, por otro lado, que me he olvidado de Bakunin - sólo que, el volumen de material marxista que he leído merece un preanálisis, por supuesto tan breve como se puede.

Entonces, tenemos la situación del capital, que se ha mantenido como un negocio más o menos justo, en donde efectivamente hay quienes obtienen ganancia sin trabajar, pero que indirectamente contribuyen a la efectivización del trabajo y sin quienes, probablemente, seríamos todos (o la mayoría) más pobres. Todos sabemos que no es tan así, por supuesto, pero me parece que es la conclusión menos cargada de colores a la que se puede llegar.
Sin embargo, cabe preguntarse, ¿Por qué hay quienes poseen tantos recursos que pueden comprar el trabajo de otros? O mejor dicho, ¿Por qué hay quienes, pudiendo trabajar, no poseen los medios de producción para mantenerse? El economista político (i.e. ideólogo rastrero de la burguesía), nos dice Marx, dirá que es porque hay quienes se esforzaron más para obtener más recursos, mediante la abstinencia, mientras que otros despilfarraron. He aquí, sin embargo, una burda falsedad. Es aquí en donde entra el Estado.
No relataré los eventos que llevaron, efectivamente, a que existiera una serie de capitalistas en condiciones de comprar el trabajo de muchísima gente que, despojada de sus tierras, se vio obligada a vender, en las peores condiciones, su fuerza de trabajo. Gente que, en todo caso, tenía tierras desde la Edad Media, y tierras que no se hundieron en los mares, sino que fueron absorbidas por terratenientes mucho más poderosos, y que controlaban el Estado. No es, como se nos quiere hacer creer, que esta gente vendió sus tierras a los terratenientes; ¿Quién sería tan estúpido, como para vender voluntariamente un bien raíz, que lo provee de medios de subsistencia y que es el único que se posee, por unas pocas monedas? No demasiada gente. Es cosa de ver, aún hoy, al pueblo Mapuche - no digamos que son un pueblo de filósofos, precisamente, y sin embargo aún hoy luchan por recuperar las tierras que les fueron robadas, bien con tratos truculentos y emborrachándolos, bien sencillamente masacrándolos - ¡Y en guerras, patrocinadas por el Estado! ¿O acaso la Conquista del Desierto fue una expedición privada? ¿Acaso fueron bandoleros, los que Pacificaron la Araucanía, y no "valientes soldados"?
Señores, el Estado ha sido utilizado, desde tiempos inmemoriales, en pro de la clase dominante y como forma de opresión de aquellos pobres diablos que no tienen el poder - y las revoluciones, precisamente, sirven para imponer otros amos al Estado. Así pasó con la Revolución Francesa, que destronó a la nobleza para colocar en su lugar a la burguesía, por ejemplo.
"Es que estamos rodeados de corruptos". Sin duda, lo estamos. ¿Pero, es casualidad que en todos los estados conocidos, se actúe en beneficio de la clase gobernante? Incluso en el ya mencionado Estado de Bienestar, se otorgan muchos beneficios a la clase obrera para evitar una revolución que los colocara en el poder - tal y como quería Marx, que veía en el Estado un medio de opresión, y que planeaba ocuparlo precisamente para oprimir a los opresores.
Aquí, entonces, entra Bakunin: ¿Es el Estado, una herramienta de opresión, o es por el contrario quien crea a los opresores, a la clase dominante? Los burgueses, antes de la revolución francesa formaban parte del pueblo, al igual que el mendigo de las calles (más o menos, al menos en cuanto a derechos) - y efectivamente, hay pocos que no vean en esta revolución un progreso importante, en pro del pueblo.

Queda entonces, la interrogante por el Estado. Interrogante parcialmente respondida por la experiencia soviética, en donde se formó una burocracia que se convirtió en la clase dominante - ¿Existe esta burocracia por la falta de representatividad pública directa, el asentamiento de viejos camaradas y la corrupción? ¿O es una consecuencia del Estado, que creará siempre a estas clases dominantes? En la segunda parte de este ensayo (quién sabe para cuándo), intentaré resolver estas interrogantes. E intentaré usar un poco más a Bakunin, creo que he dejado de lado un poco al pobre.

Saludos.

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