20100724

Vergüenza Nacional

En estos días he estado más calmado, es verdad. Los beneficios a mi salud mental de no vivir rodeado de energúmenos en Chile son evidentes: sin que la gente en la Argentina sea necesariamente cuerda, aquellos peligrosamente estúpidos son, afortunadamente, una minoría. Minoría grande, pero minoría al fin y al cabo; y minoría, además, fácilmente identificable. En la Argentina, a diferencia de Chile, no sólo puedo apuntarle con el dedo y reírme del taradito (de sotana) que llama a la Guerra Santa (!) contra, en este caso, el matrimonio homosexual (? - como si los homosexuales se subiesen a unicornios y marchasen las huestes multicolor a asediar un castillo, gris y un tanto fálico, con un trabuco rosa y con It's Raining Men como música de arenga); además, tengo a mucha gente más que dispuesta a hacerme compañía en mi justa sorna a semejante comentario, indefendible incluso para muchos católicos a quienes les pesaría bastante mofarse de un señor de sotana y con un cargo importante en la Iglesia.

En Chile, en cambio, la misma Iglesia, abusando del legado que dejasen unos pocos mártires, ciertamente dignos de alabanza pero que marchaban más bien en contra de lo que la alta jerarquía del momento dictaba, entregan un documento que propone, entre otras gracias, otorgarle un indulto a los militares presos por delitos de lesa humanidad. Y no sólo la gente no se alza a reírsele en la cara a nosequé arzobispo que entrega semejante burrada, sino que además mucha gente apoya el documento y está de acuerdo con que se libere a estos viejecitos, que no van a reincidir, etcétera etcétera.

A ver, a ver. No, no van a reincidir - probablemente porque están esperando a llegar a sus casas y caer muertos. Pero el indulto, como cualquier perdón, no se otorga nada más por la certeza (?) de que el delincuente en cuestión no va a reincidir. Para empezar, porque nada nos dice que dicho delincuente no deje un legado, directo o indirecto. Legado que diga que está bien matar, torturar y desaparecer gente, con el aval del Estado - total, es cosa de que salga elegido un gobierno favorable para salir impune a la calle. Enfatizo estas dos palabras porque voy a volver a ellas en un momento; pero por ahora, queda la idea de que está muy bien hacer lo que he mencionado, idea que queda, sin duda que queda en el aire. De modo que, cuando salga elegido otro gobierno que incomode a la clase acomodada de turno, algo que va a suceder eventualmente, esa clase va a haber aprendido la lección (por lo demás, que se viene dictando desde 1830, más o menos) y va a ocurrir, nuevamente, esto que juramos que no va a suceder nunca más.

Por otro lado, cabe destacar lo curioso de que se le otorgue perdón a gente que nunca lo ha pedido. Mi teología cristiana está algo oxidada, es verdad, con esto de nunca haberla usado - ¿Pero qué no se requiere de un sincero arrepentimiento ante el pecado para recibir el perdón? Y que yo sepa, ningún militar ha pedido perdón. Ni sincero, ni mucho menos. En el mejor de los casos, se han tirado la pelota arriba y abajo, buscando culpar a su superior - que de nada le sirvió a los nazis, si buscamos precedentes - o a su subalterno - que es un acto, a mi juicio, de una cobardía sin mitigar, inmerecida no sólo por las supuestas Fuerzas Armadas, sino que indigna de cualquier humano adulto. Pero vuelvo a eso más tarde; el hecho es que los condenados por Derechos Humanos no han pedido, ni tienen intenciones de pedir perdón, sentirse arrepentidos, hacer absolutamente nada en pro de la tan trillada "reconciliación".
Y es verdad, por otro lado, que Jesús ponía la otra mejilla cuando lo golpeaban. Digamos, perdonaba a quien lo agredía aún si éste seguía agrediéndolo. Pero, quizás mi lectura bíblica esté algo atrasada, me parece que nunca vino Jesús y le dijo a algún judío que le pusiera la mejilla a un legionario romano mientras éste le pegaba. Si a alguien le corresponde "perdonar" a estos criminales, es a las víctimas - o a sus descendientes y familiares, en todo caso (las víctimas están un poco muertas, como para andar perdonando). La Iglesia poco tiene que perdonar, fuera de los crímenes que se cometieron en contra de ella, y mucho menos tiene que solicitar perdón en nombre de otra gente.

Vuelvo entonces a lo que marqué hace un rato, a propósito de otro argumento que sale mucho a luz en estas cosas: la infame lógica del empate. De decir que también hubo terroristas en X época, en este caso, que fueron indultados por X presidente de la UP/DC/Concertación. Sin que me parezca a priori que esté muy bueno indultar terroristas - me queda la duda de hasta qué punto lo serían, la dicotomía terrorista/luchador-de-la-libertad, etcétera -, me parece que la comparación es absurda. Sí, los terroristas son malos, pero rara vez van más allá de matar gente. No la torturan, no la denigran, no le quitan su dignidad de manera sistemática. Y, quizás lo más importante, no la hacen desaparecer. No conozco a ningún terrorista que, cobardemente, esconda el cuerpo del delito; todo lo contrario. Muchos terroristas asumen la responsabilidad de sus atentados, lo dicen en la tele y para todo el mundo. Si no, que vean lo que hace Al Qaeda. Ningún terrorista con sabor a vainilla va a hacerse el loco cuando mata a alguien, mucho menos si es alguien que, como ocurrió en Chile, distaba mucho de ser neutral - una figura del establishment, un agente de orden, etcétera. Y no digo que tenga mucho mérito andar matando gente, más allá de que se lo merezca o no, pero en una cosa podemos estar de acuerdo: nadie que mate gente y se atribuya los atentados puede ser tildado de cobarde. Brutal sí, asesino desde luego, muchos epítetos - pero el de la cobardía sólo le corresponde a aquellos que, ante el delito, optan por ocultar la evidencia, desaparecer los cuerpos, mentir y seguir mintiendo décadas después. Y no pedir perdón o tan siquiera hacerse responsables, desde luego. Es un acto de poco hombre, que denigra enormemente a las FF.AA., que las coloca en el nivel más bajo del criminal común, lejos de las dicotomías del terrorismo, lejos del romanticismo del soldado, lejos incluso de lo terrible del berserker que arrasa con todo a su paso, sin distinguir enemigo de aliado. Los que delinquen y esconden la evidencia, primero, en el acto segundo reconocen el primero - pregúntenle a cualquier abogado. Y en segundo lugar, son la más rastrera calaña de hombre, más aún en la forma en que lo hicieron estos militares: con el amparo del Estado, hasta hoy incluso. Incluso el ratero común puede justificar sus actos por miedo a la persecución, a las consecuencias. ¿Pero qué excusa tiene el milico que, sin el menor honor con el que tanto se llenan la boca, a sabiendas de que ya actúa impunemente, que ya ha sido derogada la ley, aún así se toma la molestia - ¡Y vaya molestia! - de esconder, ocultar y negar sus actos? Ninguna, les digo, y yo no sé por qué la gente se molesta en defender a estas basuras humanas, indignas del aire que respiran. Pero en fin, a cada cuál lo suyo.

No quería ahondar tanto en el ad hominem, como continuar un poco en la senda del "empate". Porque se podrían justificar las violaciones, los desaparecimientos y torturas como "excesos". No es raro que se haga así. Y, en efecto, en las guerras ocurren dichos "excesos": los soldados violan, los soldados matan a combatientes rendidos. Pero:
a.- Eso no los exime de responsabilidad. Ningún soldado que se "exceda" la saca gratis, más bien sus superiores lo castigan (cosa en la que fallaron eminentemente los superiores de la época de la dictadura; aún si les aceptamos la ya criticada excusa de culpar al subalterno, en tanto les corresponde fiscalizarlos no sirve para eximirse de culpas), el soldado es expulsado de las fuerzas armadas, al menos pierde su cargo. La guerra, como todo oficio feo, tiene ciertas reglas y los que participan en ella, en general, se cuidan de al menos pretender seguirlas. No parece ser éste el caso, porque…
b.- Los "excesos", empero, son hechos aislados. Una violación, una masacre. Cosas que pasan una vez y quedan marcadas en la historia de la infamia, pero que en general no tienden a repetirse. Si un militar hubiera violado a un(a) prisionera(o), podría comprenderse. Si unos pocos militantes hubiesen muerto, si hubieran tirado un par de cuerpos al desierto o al mar para lavarse las manos, podría ser. Pero cualquiera que piense que, por ejemplo, la Caravana de la Muerte, una operación concertada y sistemática para tomar prisioneros de sus cárceles, ajusticiarlos extrajudicialmente (la redundancia es a propósito) e irse a la Puna o a mar abierto a desaparecer con rieles los cadáveres, que todo eso es un mero "exceso", es un pelotudo grave, crónico y con ahínco, y debiera irse a hacer ver YA porque es peligroso para la sociedad que ande suelto y sin tratar. Es como si los soviéticos dijesen algo del tipo "sí, pasa que el conductor del tren se perdió, dio una vuelta donde no era - quería llegar más rápido, parece que necesitaba el baño - y fue a dar a Siberia del norte con todos esos presos políticos y, bueno, no nos dimos cuenta y se congelaron y murieron. Una pena - nosotros pensábamos irnos todos a Sochi y tomar solcito". O que los hutus dijeran algo como "nosotros nada, estábamos en el poder y como que nos entusiasmamos, nunca habíamos estado así, y venían estos negros parece que a quitarnos el poder y no nos dimos ni cuenta y ya había como un millón que habíamos agarrado a bayonetazos. Es que como que nos distrajimos, no sé". Exceso, sí claro.

Cierro con el último punto. Creo que todos podemos concordar en que, cualquier persona quetorture, viole, mate y desaparezca a una persona de la que ni siquiera se está muy seguro si es culpable de algún delito (mataban niños, por Dios), con el aval del Estado, y se hace el loco hasta que se muere o hasta que alguien más le echa la culpa, no es un héroe que salvó a la Patria de las hordas marxistas. No es un militar, no es ni siquiera una persona. Si yo fuese un héroe, si yo hubiese salvado a la Patria de un peligro extrahumano, no me escondería ni escondería la evidencia. Muy por el contrario, sería el primero en salir a la calle con el cadáver del pobre desgraciado, para que la gente se entere de mi hazaña, para que sepan que pueden caminar tranquilos sin miedo a los jinetes del Apocalipsis. Andaría con el pecho en alto, aún si vienen después a enjuiciarme - porque salvé a la Patria, ¿no? Y poco me importaría pudrirme en la cárcel, porque claramente soy un hombre virtuoso y estoy dispuesto a pagar el precio de mi acto heroico - que, por lo demás, si vienen a enjuiciarme, o no fue tan heroico el acto, o la justicia está podrida y no hice tan buen trabajo con mi gesta heroica como pensaba. Digamos, ya se desvirtúa un poco la acción, por angas o por mangas.
No es el caso de los militares chilenos. Y para contraste, una muestra: hace poco, el general Videla, acá en la Argentina, asumió la responsabilidad de todos los crímenes cometidos durante su mandato, que son muchos. Asumió la responsabilidad, sin hacerle el quite, porque él opina que salvó a la Patria y porque es un militar que, aunque un hijo de puta bajo cualquier prisma, y muy muy lejano de merecer cualquier laurel en mi opinión, parece estar más o menos orgulloso de sus crímenes. Pinochet, en cambio, se hizo el loco hasta que se murió y no tuvo la dignidad siquiera de asumir su lucha (ya ni hablar de hacerse culpable, etcétera). Y otro tanto con los viejecitos que se están pudriendo en la cárcel, los que alcanzamos a agarrar. Yo no sé qué clase de energúmeno podría creer que estos seres, vagamente primates, que actuaron con total impunidad y que no son capaces ni siquiera de la menor autocrítica, podrían ser en algún universo posible algo que se asemejase remotamente a un héroe patriótico. No se me ocurre de dónde agarrar, la verdad, aún si me despojo de todos mis prejuicios (?) e intento mirarlos en la mejor luz posible. Y no se me ocurre ningún motivo, absolutamente ninguno, por el cual corresponda "perdonarlos" o soltarlos o impedir de algún modo que cumplan sus penas. Me cuesta, y mucho, encontrar motivos para dejar que sigan viviendo, la verdad.

Pero claro, mis compatriotas, en buen número, no piensan así. Yo no entiendo, la verdad, y me da mucha vergüenza, muchísima. Porque siento que se avala el crimen, pero el más triste crimen posible. El más horrendo, el más patético, el más inhumano jamás concebido. Que Chile se vuelve una nación de criminales en el momento en que decide indultar a estos señores; casi, que renuncia a su dignidad y a su humanidad.
Tanto así.
Hagan el ejercicio ustedes, traten de tener algo de empatía por semejantes seres. Pregúntense si querrían, ya no reconocerlos como salvadores de ninguna clase, sino que compartir las calles con estos (anti)hombres, si no se sentirían sucios de saber que, por las mismas veredas, pueden pasar los que cometen actos injustificables, observados por una sociedad que sin embargo los justifica y perdona.

Yo no puedo. Y en estos momentos, más que nunca, me da vergüenza haber nacido en Chile.

1 comentario: