Pesqué un resfriado. O al menos, yo pensaba (ilusamente) que era un resfriado; en el plazo de tres días, sin embargo, he experimentado fiebre y mocos, fatiga y mareos, y tos y obstrucción, en forma sucesiva pero - y no sé si esto sea bueno o malo - no simultánea. Bueno, más o menos. Todo se hace peor porque normalmente no me enfermo, y esta experiencia (de toser y toser) es algo a lo que no estoy muy acostumbrado.
Me hallaba, pues, en la segunda etapa de mi tránsito por los círculos del resfriado, cuando me vi en la obligación de cambiar dólares; para ello, debía transportar mis 95 kilos desde Palermo hasta al centro, tras una noche de delirios febriles y una mañana en la que no tenía ni la menor gana de mover un músculo (me dolían todos). Acuciado por la necesidad (hambre no tenía), sin embargo, hice acopio de voluntad y marché hasta la estación de subte, en donde un tren atestado de gente me llevó a mi destino: El obelisco. En rigor no iba para allá, pero la alternativa era hacer transbordo, esperar a un tren 5 minutos y luego compartirlo otros 3 con más personas para bajarme una estación y pocas cuadras más adelante, para de cualquier modo tener que caminar hasta la casa de cambio.
En fin, los que conocen Buenos Aires sabrán que las primeras cuadras de Corrientes están llenas de teatros de dudosa calidad artística pero un tanto mejor reputación. Cuadras por las que me tocó marchar, intentando no trastabillar y caer sobre una pila de... merchandising. No es que tenga un problema con el merchandising (sí lo tengo), pero no dejaba de ser extraño estar rodeado por tantas fotos autografiadas de un muchacho con cara de mina. Y entonces lo noté: Estaba frente al teatro que transmitía el show de uno de estos espectáculos para pendejos mal alimentados. Unos metros más allá, unos vestiditos rosa en venta señalaban otro, y así durante varias cuadras. Como tuve que mamarme varias cuadras de esquivar a niñitas pequeñas y de perder fe en la humanidad, esta es mi venganza: Analizaré, de acuerdo a los comerciales que he visto y al merchandising en venta (sin saber cuál es de qué, claro), qué esconde realmente cada espectáculo que recuerde (seguro y se me escapa algo).
- Casi Ángeles: Por lo que ví, son un montón de chicos lindos (léase: no sé cuáles son las minas) que bailan, cantan, y reciclan sus latas de gaseosa (no creo que tomen cerveza). Evitaré una larga serie de comentarios acerca de lo mucho que apestan las bandas de pop como éstas y de lo igual que suenan todas las canciones, y me concentraré en el show: Un montón de chicos lindos haciendo playback y saltando para 5.000 niñitas. Y luego autografiando fotos; por la cantidad de fotos que ví, deduzco que el chico del peinado ridículo (¿O chica?) es tipógrafo o ambidiestro, por lo menos. Aunque tras algunas horas de caminar por las calles de Buenos Aires, la deducción más plausible es que, en realidad, hay aproximadamente 486.984 de estos muchachos y se turnan para firmar, bailar, y actuar en la teleserie (sí, hay una teleserie. Jamás la he visto, y no entiendo los comerciales, a decir verdad.)
- Barbie Live: Las aventuras de la princesa. Ugh. Juro que me siento sucio tras escribir todo eso; pero en fin, el deber llama. Aparentemente, a alguien se le ocurrió hacer un show de Barbie, con gente que baila y... ni idea. Es Barbie, probablemente trate sobre unicornios y cepillarse el cabello, ¿qué más da? Y de cualquier modo, estoy seguro de que muchas chicas van a salir desilucionadas de allí, porque Barbie no se parece a Barbie. No, no es culpa de la pobre chica que eligieron como Barbie - es culpa de los que, hace nosecuántos años, diseñaron una muñeca con un cuerpo imposible porque eran unos machistas que objetivizaban a la mujer o algo por el estilo.
Por lo demás, ¿Qué onda con lo de la princesa? Primero, ¿Barbie es princesa sobre qué súbditos? A uno le venden la muñequita, le venden al (supongo príncipe consorte) Ken (o como se llame ahora), a un par de damazuelas y... ¿Qué más? Si Barbie fuera princesa, a uno debieran venderle la sierva Débora y el artesano Jonathan, aparte de Sir Espadalarga y el Frair Muchaculpa. Ni hablemos de reyes y reinas, porque nunca ví nada de eso; luego, ¿Por qué la gente querría ser princesa? Sí, tenían plata, pero las obligaban a casarse con sus tíos y cosas así, para irse a vivir a Rusia, en un castillo de piedra con sistemas precarios de calefacción mientras el rey se iba a la guerra y destinaba todos los recursos de la princesa a comprar cañones y caballos destrier en vez de ponis, y luego llegaba la revolución y decapitaban a la pobre princesa. No digamos que me muero de envidia, ¿eh? Menos si Barbie no tiene a quién gobernar con su titulillo real de morondanga.
Finalmente, para ser princesa, está bastante desnutrida la pobre.
- Backyardigans. Estos no me caen tan mal. Si deseo una muerte lenta y dolorosa para C. A., y tormento eterno para Barbie, me conformo con una muerte rápida para esta manga de... animales? Nada muy llamativo, asfixiarlos con monóxido de carbono mientras duermen o algo así. Para ser un montón de animales que se imaginan aventuras en el patio, están bien. Bien aburridos, claro. Y verlos en vivo debe ser soporífero; por esto, y sólo por esto, puedo entender que los padres lleven a sus hijos a ver esto.
Por ahora sólo recuerdo esto. Más más tarde, o nunca. xP
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